Por una izquierda democrática

Por una izquierda democrática

Joan Prats(†)
Académico y Consultor Internacional
Aunque las verdades de perogrullo suelen sucederse en la política hay referencias que son necesarias en circunstancias como las actuales. Hoy recuperamos no un artículo sino una presentación del libro «Por una Izquierda Democrática. Escritos pensando en Bolivia» de Joan Prats Catalá. Ycreemos que esta presentación abre la puerta a una de las contribuciones más importantes del autor en cuanto a su mirada profunda y amorosa, como solía decir, del mundo andino y especialmente de un-país, Bolivia, respecto del nuevo paradigma político al que presenta desde un recorrido del año 2004 al 2009 mediante un diáfano análisis y apelaciones de sorprendente evidencia pasados los años,. Esta presentación ha de leerse en clave actual. Le será posible a la lectora o al lector sustraerse del país de referencia y podrá identificarse en un punto donde el autor plantea la necesidad de una izquierda democrática y republicana y atender a las categorías de diagnóstico del populismo hasta los necesarias herramientas de construcción de una democracia, de una izquierda democrática.
Esta presentación resume las claves políticas que bien valen ser consideradas una contribución para nuestra revista.
:Este texto pretende ser una contribución a la izquierda democrática que al parecer del autor necesita Bolivia. ¿Por qué escritos para la izquierda y no simplemente para los demócratas? Sencillamente porque Bolivia es un agregado societal tan desigual e injusto que nadie que no se comprometa con un programa de cambios orientados desde la igualdad merece credibilidad política. y esto es básicamente la definición de la izquierda. Pero ¿por qué una izquierda democrática? Sencillamente porque las izquierdas hoy hegemónicas en Bolivia están permitiendo que el país se deslice hacia nuevas formas, quizás más sutiles, tutelares, suaves y metódicas de despotismo.
Recordaba Tocqueville que las ventajas del despotismo se ven rápidamente aunque a la larga producen el desastre mientras que las ventajas de la libertad tardan en verse aunque a la larga producen muchas más reformas y avances que el despotismo. La mayoría de los países latinoamericanos han construido democracias de baja intensidad, controladas por elites instaladas en un equilibrio institucional que no ha permitido los drásticos cambios hacia la eficiencia y la equidad que los pueblos requieren. Al frente de estas «demoblandas» se han instalado a menudo demócratas «by default», que han confundido la democracia con sus apariencias y han renunciado a impulsar las complejas y conflictivas transformaciones exigidas en los niveles político, económico y cultural.
Cuando estas «demoblandas» han entrado en crisis de régimen político precisamente por su incapacidad o por el agotamiento de su capacidad reformista, se han creado las oportunidades para la emergencia de nuevos actores -movimientos sociales-y emprendedores políticos populistas que, como siempre han hecho los populistas, han invocado directamente al pueblo, a las grandes mayorías desafectas, para producir una revolución, es decir, un cambio en las estructuras de poder, de propiedad y de la simbología o identidad. La apelación directa al pueblo constituyente por los populistas se presenta como el recurso necesario para romper los bloqueos que las instituciones patrimonializadas por las elites oponen a los cambios necesarios. El populismo plantea no la continuidad reformista sino la ruptura institucional. La Asamblea Constituyente es el medio para conseguirlo. El precio pagado es la gran polarización social que generan entre el verdadero pueblo, que sólo es el que les apoya, todos los demás, a los que se ve integrando una larga lista de equivocados o malvados oligarcas y proimperialistas que hay que combatir incesantemente, sin pudor ni que tiemble el pulso.
Cuando el régimen populista llega a imponerse, su deriva autoritaria resulta imparable por la propia lógica de su discurso y de su práctica política. Si pueden mantener la hegemonía por métodos electorales mejor; pero las elecciones se acompañarán de una serie de medidas que aseguren que todo el poder se concentra en el Ejecutivo y en la persona de su presidente. y la oposición será objeto de vigilancia atenta y de todo tipo de amedrentamientos. La economía se estatizará y el Estado se patrimonializará por la nueva elite política populista. Las políticas sociales tendrán un sesgo asistencialista y clientelar. La burocracia estatal se considerará patrimonio de los adictos al nuevo régimen, se disminuirá o anulará el poderJudicial, se controlará la jurisdicción constitucional, se «flexibilizarán» los controles de la gestión pública, se facilitará en definitiva la discrecionalidad en el manejo de los fondos públicos, se constreñirá al empresariado que no se sume al proceso y se premiará al que lo haga, no habrá desarrollo productivo sino un florecimiento de las actividades económicas informales, ilegales y hasta criminales. Se desarrollará una publicidad permanente y sin precedente en todos los medios de comunicación que se intentará controlar. Se demonizará el «imperialismo» como la mano obscura que está detrás de todos los males reales o imaginados…
Pero ha sido la incapacidad reformista de las viejas elites la que ha pavimentado el camino de los nuevos populismos y de su deriva despótica. Si excepcionamos a los países latinoamericanos con mayor fortaleza institucional (Chile, Uruguay, Brasil, Costa Rica) el resto se halla ya en la deriva populista o en riesgo de caer en ella. ¿Por qué en la mayoría de países es el populismo la alternativa exitosa y no una alternativa de izquierda democrática? En primer lugar, hay que considerar que la vieja derecha política no tiene credibilidad reformista, se resiste a morir, persiste en sus liderazgos oxidados y, fuera del poder, no tiene capacidad movilizadora.
Por otra parte, las multitudes empobrecidas, vejadas, sin reconocimiento ni oportunidades nunca aspiran espontáneamente a la libertad sino a ciertos beneficios sociales mínimos y a cierto reconocimiento y dignidad que los populismos parecen brindarles en contraste con el clasismo y el menosprecio de las viejas elites, a las que quizás puedan devolverles el rencor acumulado.
La izquierda democrática latinoamericana se encuentra en una contradicción: por un lado tiene que reconocer la necesidad de algunas de las reformas que impulsan los populistas y, por otro, sabe que el proceso de liberación populista tiene nielo corto, cae en el despotismo personalista de un líder desinstitucionalizador, es incompatible con la revolución productiva, se basa en la redistribución discrecional y asistencialista de la renta de los recursos naturales y, por todo ello, es incapaz asegurar a largo plazo las reformas necesarias para que surjan las condiciones económicas y sociales de una verdadera república de ciudadano/as.
Las oportunidades de la izquierda democrática se abrirán con el proceso de reflexión crítica y de aprendizaje que vayan haciendo los pueblos a través de sus liderazgos de referencia. No podemos saber cuánto tiempo tomará. Pero este proceso ya se ha iniciado. En Bolivia, la gran ilusión en la revolución democrática y cultural prometida que se expresó el18 de diciembre de 2005 se va marchitando lenta pero irremisiblemente. Enfrente sigue en pié una derecha tradicional bronca e incompetente que en los hechos constituye el mejor apoyo del proceso populista. Hay desde luego verdaderos demócratas no derechistas en la oposición política y en la diversidad de gentes que, a la vista del juego de fuerzas, aún están apoyando al evismo. Son la fuente de la que deberá nutrirse una nueva izquierda democrática boliviana. A ellas y ellos va dedicado este libro que es una compilación sistematizada de trabajos desarrollados entre 2004 y 2009, años decisivos no sólo para Bolivia sino para la dialéctica democracia-populismos en América Latina y para las contradicciones entre gobernanza neoliberal y democracia en el mundo.
La pretensión del autor sólo es la de aportar elementos para la configuración ideológica, programática y depráctica política de esta necesaria izquierda democrática boliviana. Se trata desde luego de una contribución modesta. La gran tarea de construcción de esta izquierda será nacional y genuinamente boliviana. Se encuentra en las capacidades y responsabilidades de este pueblo boliviano que el autor ama tanto como respeta íntegramente en su soberanía. Buena parte de los trabajos que se aportan proceden de publicaciones previas en Nueva Crónica y Buen Gobierno, a cuyo consejo editorial me honro en pertenecer.
Decía Kant que cada tiempo tiene que repensar libremente los problemas de humanidad que le son propios. Personalmente creo que la izquierda democrática no puede construirse en este mundo tan nuevo con las categorías, personas y prácticas políticas del pasado. Nuevos son los tiempos y nuevas deben ser las personas y los saberes que los protagonicen. Se requieren dosis ingentes de compromiso, dedicación, buen hacer, paciencia y generosidad para construir lo nuevo: una Bolivia plenamente emancipada, es decir, una república de ciudadanía plena, capaz de integrar en el reconocimiento y respeto mutuo su maravillosa diversidad, de disponer de instituciones capaces de canalizar los inevitables conflictos, de ir generando una cultura de igualdad, libertad y reconocimiento.
Han pasado los líderes que protagonizaron la democracia pactada. También pasarán el evismoy su actual oposición. Quedará Bolivia, mal que les pese a los que pretenden o viven bajo el temor de su desintegración. Su gente, cada vez más situada en el mundo, irá aprendiendo el valor de la libertad y se irá comprometiendo en la generación de las condiciones de su emergencia y sostenibilidad. El pueblo quizás no es del todo sabio aún ¿cómo podría serlo tras tanta exclusión y abandono? Pero llegará a serlo, aprenderá y distinguirá. Nada podrá ni debe hacerse sin él ni su creciente sabiduría. El despotismo populista no puede ser sustituido por ningún despotismo ilustrado. La izquierda democrática debe ser uno de los grandes catalizadores de este proceso de aprendizaje y cambio cultural que sólo tendrá impacto transformador cuando llegue a enraizarse profunda y ampliamente en la gente.
Componiendo este libro siempre he tenido en mente el trabajo comprometido yel ejemplo de José Antonio Quiroga. Es él quien lo ha inspirado y posibilitado. Quiero expresarle toda mi amistad, reconocimiento y compromiso con su tarea editorial y cultural. Ya través de él a todos los hermanos y hermanas bolivianas que me han permitido conversar, dialogar, a veces discutir severamente, a lo largo de estos años y, con todo ello, ir forjando lazos, pequeñas esperanzas de una humanidad posible, fundamento de una ciudadanía universal, que, por primera vez en la historia, ya no es el sueño de filósofos morales sino un proyecto viable e indispensable para nuestra supervivencia.

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