Sistema democrático

Sistema democrático

Manuel Calbet

Economista
El voto popular y libre es la base de la democracia, pero la democracia es algo mucho más complejo.
El voto es esencial para la democracia, pero no garantiza que un sistema sea democrático. Es más, desde el siglo pasado, los regímenes autoritarios han intentado darse un barniz democrático apelando al voto. Para que un sistema sea democrático debe disponer de una serie de elementos, normas, instituciones y práctica política que actúen en forma de anclajes y equilibrios. Podemos calificar a un sistema de democrático o no, pero quizás sea más preciso hablar de su calidad democrática.
El voto universal y libre es la forma democrática de elección de los representantes políticos, aunque no hay nada que nos asegure que la mayoría acierte en la elección. El voto popular no nos garantiza la selección de los mejores, simplemente expresa la voluntad mayoritaria, base de la democracia. De este modo llegan al poder, con todos los matices que se quieran añadir, los elegidos por la mayoría de los ciudadanos. Pero este poder no puede ser absoluto para que sigamos hablando de democracia, sino que está limitado por leyes, ha de equilibrarse con otros poderes, y ha de respetar determinadas prácticas democráticas.
El poder ejecutivo puede promover el cambio de leyes, pero no incumplirlas, y debe respetar el equilibrio con los poderes legislativo y judicial sin intentar subordinarlos. Es interesante observar lo sucedido en los Estados Unidos de América del Norte. Trump resultó elegido presidente democráticamente en 2016 con menos votos que su adversaria, ya que los sistemas electorales filtran el voto popular. Durante su mandato influyó en el poder legislativo porque el partido republicano se puso a su servicio, y en el poder judicial, nombrando de forma precipitada y sectaria a los nuevos jueces del Tribunal Supremo. Sin embargo, tras las elecciones de 2020 en las que resultó derrotado,, el sistema democrático de equilibrio de poderes funcionó, los jueces fallaron en su contra, y los gobernadores estatales, aún siendo del mismo partido republicano, no se plegaron a sus demandas. Como colofón, alentó la ocupación del Capitolio, pero no consiguió doblegar a los legisladores. Recordemos que en todo este periodo él era el presidente del país, pero pudo ser frenado por el sistema democrático.
Últimamente resulta habitual escuchar en España que se está judicializando la justicia, cuando algún asunto político llega a un tribunal. En cierta manera, se intenta apartar a la justicia de la escena política. Es normal criticar el funcionamiento de la justicia, el nombramiento de los jueces, su ideología, pero pretender apartarla de la política es contrario al sistema democrático.
Para completar el sistema democrático es necesario considerar las instituciones, formales e informales, básicas para el funcionamiento de un país.
Además, una democracia debe estar sometida al escrutinio público, con leyes que aseguren la transparencia y la rendición de cuentas, y unos medios de comunicación cuyas informaciones, críticas y análisis no estén sometidos a intereses políticos, económicos o ideológicos.
También es cierto que las revoluciones, que significan la subversión del sistema político vigente, han producido históricamente saltos cualitativos en situaciones opresivas, aunque generalmente derivaran en regímenes dictatoriales. Se puede discutir la necesidad de una revolución, pero en cualquier caso se ha de ser consciente de lo que se está haciendo, un acto de fuerza para anular la legalidad vigente.

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