Buscando a Dios en la Historia

Mamón ha proyectado un manto de oscuridad ante vuestros rostros
 Y el silencio de Dios ha sobrecogido vuestros corazones.
 En la inmensidad de la llanura sombría
 Se ha extinguido el sol de los placeres
 ¿De dónde vendrá la luz?
 Joseph Ratzinguer, a quien veo que usted sigue tan fielmente como yo críticamente, nos proyecta una luz que trata de orientarnos entre tanta tiniebla. Es una luz clara que ilumina los contornos precisos de la ciudadela católica. Por fin podremos distinguir entre religión y espiritualidad, entre el cristianismo y todas las demás religiones, entre la oración y el servicio al prójimo a través de la acción política quizás equivocada. Pero ¿de verdad querida Ada se puede hoy ser cristiano sin comprometernos, por ejemplo, contra el racismo y las desigualdades ignominiosas que siembran nuestros amados Andes?
Es posible que al comprometernos, aún tras orar y escrutar la ciencia disponible, acabemos impulsando acciones erróneas y hasta consintiendo o no condenando acciones criminales –que de todo ha habido y hay en la historia-. Un verdadero cristiano siempre es un socio político incómodo, porque nunca aceptará que se ponga su conciencia y la religión al servicio de la política. Maquiavelo ya pedía que, como en la república romana, se pusiera la religión al servicio del estado. Evo Morales, quejándose de la Iglesia Católica, se ha planteado algo parecido.
Pero los cristianos queremos hacer historia, con Dios, pero bajo nuestra exclusiva responsabilidad. Hacemos historia buscando a Dios, pero bajo nuestra única responsabilidad. Ahí radica la grandeza y el drama de la libertad humana. Ahí radica también mi diferencia fraterna con usted y con Ratzinguer sobre el papel de Dios en la Historia.
La humanidad siempre ha buscado a Dios porque nunca ha podido dejar de interrogarse por el sentido último de su vida. Y lo ha encontrado en las formas y expresiones religiosas y espirituales más diversas, que si se analizan cuidadosa, amorosamente y sin espíritu de secta, nos descubren una misma realidad: la humana búsqueda incesante del Misterio, la necesidad de sentirnos parte de Él y de vivir con Él, la sabiduría de que sólo así resolvemos el misterio de nuestra propia humanidad y podemos llevar una vida plenamente humana. Jesús de Nazaret, hijo del Padre, no ha venido a cerrar definitivamente nuestra búsqueda de Dios, sino a insuflarnos el amor como medio para encontrarlo y fundirnos con él. Para los cristianos buscar a Dios es seguir el amor de Cristo que es Dios por su entrega amorosa plena y total. Por eso es el camino, la verdad y la vida para nosotros. Los textos y las Iglesias pueden ayudar y mucho en esa búsqueda, pero cada uno de nosotros somos un templo de Dios vivo y, desde nuestra libertad, que es don divino, podemos y debemos explorar los caminos del Misterio.
Concedo que en esa exploración sería imprudente y soberbio no oír a la Iglesia, que acumula siglos de sabiduría (que incluye los errores) y que veo más como madre amorosa que como padre autoritario. Pero mi libertad y responsabilidad no van a quedar encadenadas por sus dogmas. Nuestra Iglesia no debería encadenar sino liberar y acrisolar los múltiples caminos de búsqueda de Dios. ¿Cuánto habremos de esperar para que se reconozca plenamente la dignidad de la mujer en el seno de la Iglesia? ¿Para cuándo la aceptación del matrimonio de los sacerdotes?
Es posible, querida Ada, que, como dice Ratzinguer, no podamos saber exactamente, científicamente, lo que es justicia. Pero podemos saber bastante bien lo que es injusticia, indignidad, maldad, desprecio del prójimo y de la naturaleza y, como cristianos, no nos podemos cruzar de brazos esperando a que en el otro mundo se remedien los males de éste. Lo que los cristianos sesentones, querida Ada, hemos aprendido es que en esta búsqueda, no podemos confiarnos exclusivamente en la ciencia, cuyas verdades de hoy serán falsadas mañana, y menos aún en las muy imprecisas ciencias sociales. La ciencia, tiene usted razón, construye tanto como destruye, y su uso positivo por la humanidad requiere religiosidad o espiritualidad, sentido de la pertenencia al gran Todo, exploración del Misterio.
El demonio es un buen razonador
 Promete reinos de Dios en la tierra
 Que liberarán para siempre nuestras aflicciones.
 Sólo el corazón orientado al misterio moviente de la vida
 Impedirá que pierda pié en la realidad
 Y descarrile en las atrocidades de los holocaustos.
 Cristo no ha traído la promesa de justicia en este mundo
 Sino la fuerza amorosa para que luchemos contra la injusticia
 Desde la paz de sentirnos parte del gran todo.
 Él es la evidencia de que el amor por la vida
 Permanece en nosotros
 Más allá de todos los reinos, las promesas y las formas sociales.
 Aparta de mí la divinización fraudulenta del poder
 La promesa mentirosa del bienestar perpetuo
 Los encantamientos de la felicidad azarosa.
 Fundido en la acción orante que me llena de amor
 Y me lleva a participar anticipadamente en el futuro
 Sólo me postraré ante el gozoso misterio de la vida
 Fortaleciéndome para la justicia en este mundo
 Que es cuestión nuestra.
 Sé que ni siquiera bastan las buenas obras
 Huiré del espejismo de mi mismidad
 Pues sólo poniendo la mirada en Ti
 Se abrirá la mirada hacia mí mismo
 Y comenzaré a ser confiablemente bueno.
 Muchos cristianos y muchos humanos nos preguntamos cómo enfrentarnos a las incertidumbres de los tiempos que vivimos sin fundamentalismos y sin orientalismos de bisutería. La crisis que se está desarrollando ante nuestros ojos no es sólo financiera y económica, sino moral y cultural. Quizás nos dé la fuerza interior necesaria para liberarnos de la tenaza degradante de, por un lado, la propensión a un consumismo moralmente anestesiante y, por otro, la búsqueda de imposibles verdades y valores absolutos que pavimentan el camino de los fundamentalismos y sectarismos. Religión, Patria, Partido, Historia, Nación, Socialismo, Pueblo, Democracia, Multitudes… deberíamos poner minúscula a casi todo pues allí donde empiezan las grandes palabras con mayúscula comienzan los fraudes y los crímenes. La idea progresista de que las cosas serán cada vez más fáciles es falsa. Las cosas pueden ser más inciertas y complicadas (Salvador Pániker).
Lo que importa, querida Ada, no es que se expanda universalmente nuestra Iglesia, sino que brote universalmente la trascendencia. Y esto sólo puede lograrse en una sociedad plenamente secularizada y libre de dogmas. Hay que confiar amorosa y plenamente en los humanos. Somos animales en busca de realidad. No vivimos en la realidad sino en las descripciones y percepciones de la realidad. Vivimos una ilusión de realidad. Por eso en nuestra búsqueda de la realidad, en nuestra búsqueda de Dios, tratamos siempre de trascender la realidad percibida. Por eso, dice Pániker, que somos animales místicos, lo sepamos o no. La mística es la experiencia que te hace saltar las barreras del ego. La mística y la ciencia se mueven en planos diferentes y ambas se necesitan. El problema de las Iglesias es que predican creencias en vez de generar experiencias. ¿De dónde si no procede el atractivo actual del budismo? Necesitamos un nuevo humanismo en el que nosotros los humanos ya no somos el centro de nada. Simplemente estamos ahí buscando.

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