El ojo del hermano pequeño

La globalización ha ampliado las oportunidades, los instrumentos y el campo de actuación para los que detentan el poder político y económico. Pero también ofrece a la sociedad la posibilidad de intercomunicarse, organizarse y expresarse a nivel planetario. De esta manera, es más difícil que las acciones queden en el secreto, pueden desenmascararse engaños, y las actuaciones de políticos y empresarios quedan expuestas a la opinión, y en ocasiones a la vergüenza, pública.
Unamuno opuso, desde la debilidad, la razón a la fuerza “venceréis porque tenéis la fuerza pero no convenceréis porque no tenéis la razón”. Podríamos añadir que la victoria de la fuerza es efímera, porque sin convencimiento no puede ser duradera. Lo que permanece es el rastro de injusticia y sufrimiento.
La tecnología parece ofrecer al Poder el ojo del Gran Hermano. Pero al mismo tiempo pone al alcance de los ciudadanos, de los librepensadores, de la sociedad el ojo del hermano pequeño, ése que no es fuerte, que no es violento, que no intenta imponerse por la fuerza, pero que ve, analiza y critica lo que hace el poder, y es capaz de organizar acciones de contestación.
No es tarea fácil. El poder tiene tendencia a defender su impunidad con prácticas conocidas:
– La censura informativa, como las limitaciones a Internet, o la prohibición del acceso de periodistas independientes a determinados lugares y sucesos.
– La contaminación informativa, con un extenso abanico de posibilidades, desde la propia selección de noticias, la tergiversación, la fabricación, hasta las inmensas mentiras como la existencia de armas de destrucción masiva en Irak.
– El secuestro emocional. Si se consigue grabar en la mente de una persona una idea sin posibilidad de ser criticada, a la cual se subordina todo lo demás, se ha conseguido el secuestro emocional. Esa idea puede ser la seguridad, la raza, la religión, la pertenencia a un grupo, la forma de vida, etc. No es que sea pernicioso tener una religión o nacionalidad, ser de una raza, pertenecer a un grupo, desear una seguridad o querer vivir de una forma determinada. Pero cuando se convierte en un Absoluto acrítico se anula la capacidad de razonamiento y puede ser hábilmente explotado por los dirigentes. Dicho sea de paso, los libros escolares de historia suelen ser un buen ejemplo de intento de secuestro emocional, cuando se reducen a una sucesión de dinastías y batallas, alabanzas a las glorias del propio país, y relación de agravios de los países vecinos.
La democracia necesita personas que asuman responsabilidades políticas. No es cuestión de emitir un juicio negativo generalizado. Simplemente el poder ha de notar que tendrá dificultades en actuar desde la impunidad, que más allá de la separación de poderes, la ciudadanía va a saber, va a juzgar, se va a coordinar y va a contestar lo que considere injusto. O por lo menos lo va a intentar.
Amnesty International, Human Rights Watch, Greenpeace, Oxfam, Transparency International y tantas otras se han convertido en esos ojos del hermano pequeño que intentan obligar a explicarse y a actuar de otro modo a gobiernos y empresas. Cuando existen cárceles que violan los más elementales derechos humanos y convenciones internacionales, cuando se mantienen dictadores para explotar los recursos naturales de un país, cuando se ocultan accidentes nucleares, cuando se realizan dudosos ensayos clínicos con poblaciones del Tercer Mundo… se puede pensar que estamos lejos de conseguir un mundo justo, pero también que ahora existen más medios para saberlo, y oponerse a la injusticia.

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