Transparencia Imprescindible

Autor: Manuel Calbet
La transparencia es un elemento imprescindible en democracia. Su ausencia facilita la corrupción y los abusos del poder.
 
Sin voto  no hay democracia, pero hacen falta bastantes más elementos para considerar democrático un sistema, o para poder pensar que el sistema tiene una cierta calidad democrática.
En Cataluña, pasadas ya décadas de la transición política española y de gobierno autonómico, se vienen produciendo hechos de forma reiterada que cuestionan el comportamiento de los profesionales de la política. Nos centraremos en dos áreas, la policía autonómica y el sistema sanitario.
Cataluña cuenta con un cuerpo propio de policía del que se esperaban todas las ventajas de una organización nueva, sin desafortunadas herencias del pasado, compuesta por hombres y mujeres arraigados al país. Todo eso no ha impedido una serie de actuaciones de una brutalidad desmedida con resultados lamentables, a lo largo de varios gobiernos de distinto signo político. Si los hechos pueden resultar sorprendentes, llama aún más la atención el esfuerzo de los responsables policiales y políticos en negar las evidencias e intentar escamotear a la opinión pública lo realmente sucedido. En los últimos años, tres responsables gubernamentales de Interior, pertenecientes a diferentes partidos políticos, de derecha y de izquierda, han ido cambiando su falsa versión de los hechos a medida que se hacían públicos vídeos grabados por ciudadanos. Así se demostró que los policías actuaron con brutalidad contra pacíficos transeúntes, que una bola de goma dejó tuerta a una mujer, que golpearon a un hombre hasta matarlo. No causa extrañeza que haya policías que antepongan el corporativismo a la ética , pero es decepcionante que los responsables políticos amparen estos sucesos y hagan todo lo que esté a su alcance para ocultar la realidad a los ciudadanos.
En cuanto al sistema sanitario catalán, unos jóvenes periodistas de una revista local han conseguido poner de manifiesto cómo la mayor partida de gasto del gobierno autonómico ha quedado absolutamente fuera del control público, sirviendo de esta manera para el enriquecimiento de un grupo de personas que navegan a la vez por las aguas del sector público y por las del privado, pudiendo así autoadjudicarse contratos, cargos, sueldos y prebendas. Es sorprendente en esta historia la continua negativa de los políticos a dar datos, a contestar los interrogantes. La frases más repetidas, incluso en sede parlamentaria, son del tipo  no lo sé, no dispongo de ese dato, no me corresponde a mí saberlo. La única interpretación que se le puede dar es no lo quiero saber, no lo quiero averiguar, y si lo sé no se lo quiero decir.
En estos dos casos la voluntad de unas personas, los medios técnicos actuales y las posibilidades de difusión que tiene Internet han podido abrir alguna brecha en el muro de opacidad. Pero nos queda la triste sensación de tener unos gobernantes encerrados en su Ciudad Prohibida, que no nos ven como ciudadanos sino como votantes a los que hay que mantener en la ignorancia.
Y, en definitiva, esta ausencia total de transparencia nos hace pensar que estamos en una democracia de muy baja calidad.

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