Lo común, lo plural, lo público, y el tercer sector

Lo común, lo plural, lo público, y el tercer sector

José Mª Pascual Esteve.
Director de Estrategias de Calidad Urbana.

Un estado democrático necesita de una sociedad fuerte y plural, puesto que sólo es a través de las asociaciones, y no del estado, cuando se producen ciudadanos. Unos ciudadanos cuyos intereses van más allá de sí mismos, y de sus compañeros inmediatos. Las asociaciones de la sociedad civil son las que producen, a su vez, ciudadanos que se interesa por la comunidad política que promueve y protege las redes asociativas.

“Hay que ver las metrópolis como una fábrica en la que se produce el bien común”

(Hardt, M., Negri,T.)

1.- La emergencia de lo colectivo

La crisis societaria provocó la crisis financiera y ésta profundizó la crisis económica, y muy en especial, amplió la misma crisis societaria. Las políticas de reducción del gasto público basadas en valores neoliberales de tipo individualista y destinadas a reestablecer los balances de las entidades financieras y las grandes corporaciones en el conjunto de la Unión Europea, provocaron: el aumento de las desigualdades, hicieron de la pobreza un fenómeno más amplio, severo y permanente, provocaron una crisis de la democracia[i]: crisis de resultados y de representatividad de los gobernantes y partidos, que aparecen sumisos a las grandes corporaciones económicas y financieras y alejados de los intereses de la gran mayoría de la sociedad: Los parados, los trabajadores y clases medias empobrecidas, los estudiantes sin perspectivas de empleo, etc.
Ante la crisis social apareció, en las ciudades, un nuevo movimiento social e intelectual para responder a la crisis y forjar nuevas alternativas a la manera de hacer política, y profundizar en la democracia. El movimiento de defensa de los bienes comunes, o definido más sintéticamente como movimiento de “Lo Común”. Este movimiento se opone por una parte a la degradación de los espacios, equipamientos y servicios financiados con fondos públicos, acometida durante la crisis debido a las políticas de reducción de las inversiones financiadas con fondos públicos. Por otra, a la apropiación por parte de las grandes corporaciones financieras de la ciudad y sus espacios antes públicos, es el caso de los espacios desapropiados a la ciudadanía por la industria turística urbana, las zonas desapropiadas y desérticas de carácter central cuyas viviendas son de uso de las grandes rentas internacionales, que las ocupan de manera muy puntual, y muy en especial al gran parque de viviendas vacías propiedad de las entidades financieras que son producto de los desalojos de las y los vecinos que no alcanzaron a pagar las hipotecas o los alquileres. Este producto de acumulación de capital urbano por parte de las elites financieras ha sido denominado como pillaje o usurpación[ii].
“Lo Común” reclama, ante esta apropiación de la ciudad por parte de las grandes corporaciones, el derecho a la ciudad por parte de la ciudadanía, y para ejercerlo depende del ejercicio de un poder colectivo sobre la ciudad y el proceso de urbanización. Ante el desapego de la política por parte de amplios colectivos ciudadanos debido a su supuesta dependencia de las grandes corporaciones, “Lo Común”, plantea la organización ciudadana y comunitaria de una nueva institucionalidad fruto del diálogo y la deliberación entre los movimientos sociales urbanos, las entidades vecinales y sociales que genere nuevos valores y normas para el “hacer ciudad” basada en la producción colectiva y comunitaria de bienes y servicios públicos.
La ciudad es, en su conjunto, un bien común que debe ser preservado por el poder colectivo ejercido por la ciudadanía ya sea individualmente, pero sobre todo involucrada en movimientos sociales y organizaciones ciudadanas.
“Lo Común”, como bien señalan J. Subirats[iii] y Harvey, tiene sus raíces teóricas en los trabajos de la premio Nobel de economía, E. Ostrom[iv]. Ostrom demostró, contra las tesis al uso de que la gestión colectiva de bienes comunales era una “tragedia”, que los coproductores eran capaces de gobernar colectivamente los bienes comunales dotándose de un marco de normas y criterios de actuación para la gestión de bienes comunales, producido y gestionado por ellos mismos. La ciudad es en su conjunto un bien común producido por el trabajo colectivo, y por tanto puede ser gestionado por sus “productores” a través de procesos de deliberación y consenso. Esta será la manera de asegurar la creación de un entorno urbano vital interesante y estimulante, y evitar, en opinión de Harvey, que se pierda como consecuencia de las prácticas depredadoras de los promotores inmobiliarios, los financieros, y los consumidores de clase alta carentes de imaginación social y urbana[v].
Por “Lo Común” se entiende, en opinión de unos de sus más importantes teorizadores, Ch. Laval y P.Dardot[vi] cuatro significaciones distintas pero complementarias. 1- Los bienes del entorno natural. El aire, el agua, el sol, el territorio. 2- Los bienes esenciales producidos como la educación, la cultura, el lenguaje, etc. 3- Los bienes públicos y comunes de la ciudad fruto del trabajo colectivo: el transporte, el espacio público, el patrimonio cultural, los equipamientos y servicios públicos, etc. Y una 4ª acepción: el movimiento socio-político orientado a desarrollar políticas urbanas basadas en los principios de la producción colectiva y apropiación ciudadana de la ciudad.
El término “Lo Común” que es muy antiguo[vii] ha vuelto para quedarse, al expresar lo que es común al colectivo de personas que viven en sociedad y que es esencial para desarrollarse. La misma encíclica “Laudato si`” tiene como subtítulo “sobre el cuidado de la casa común” del Papa Francisco. Aunque con una conceptualización distinta, tiene semejanzas significativas. Lo común se refiere tanto a la preservación del entorno natural como a la ecología humana entendida como bien común a preservar para lo que exige bienestar social, justicia administrativa, paz social, preservación y desarrollo de la familia (aspecto no citado por los otros autores). A la tarea de promover el bien común apela a la sociedad en su conjunto y de manera especial al Estado.
Una concepción próxima a “Lo Común” se encuentra en la visión denominada de “Lo Plural”. Recientemente H. Mintzberg[viii], el reconocido especialista en sociología y gestión de las organizaciones, ha revalorizado el concepto de “Lo plural”. Mintzberg divide la sociedad en tres sectores: El sector público (política y administración), el mercado (las empresas mercantiles) y el sector Plural. El sector plural está formado por las asociaciones no gubernamentales tanto activistas como de servicios, los movimientos sociales, los sindicatos, las organizaciones religiosas, los laboratorios de ideas, los clubes. La definición de Mintzberg no es muy precisa, sino que se define por lo que no es administración pública ni actividades relacionadas con la política (partidos, aparatos del estado), ni empresas mercantiles, es el conjunto de la sociedad no mercantil organizada. Es un sector muy diverso y plural, y su característica más notable es que está relacionado, al igual que en “Lo Común” con la producción de los bienes comunes, debido a que el sector plural es común y compartido, y no pertenece a nadie al ser mancomunado.
Para Mintzberg el problema de las sociedades occidentales es que los tres sectores siempre han estado desequilibrados o ha dominado el estado, y se ha generado el despotismo burocrático (estados ex socialistas), o ha sido el mercado en las sociedades europeas y norteamericanas, y con ello las grandes corporaciones, lo que ha significado la presencia actual de un capitalismo depredador, en el que la libertad de las grandes empresas significa que los ciudadanos dejan de ser libres. Para que la democracia y la economía funcionen es necesario que se produzca una fuerte emergencia de un sector plural fuerte, bien asentado comunitariamente, para que genere un equilibrio entre los tres sectores, y genere las condiciones, para asegurar un estado responsable, regulador y prestador de servicios; un mercado regulado sin predominio de las grandes corporaciones y con empresas mercantiles eficientes y con responsabilidad social, y un sector plural generador de bienes comunes.
Mintzberg, al contrario que los autores de “Lo Común” da un papel al mercado en una sociedad equilibrada, pero tiene una concepción fragmentada de cada uno de los sectores formulada en términos de “deber ser” y no de “es”, y no explica las relaciones e interacciones que se producen entre ellos como sería propio de una sociedad, una ciudad, constituida por un entramado de relaciones, vínculos, interacciones y contradicciones entre lo político, lo económico, lo social y cultural, y no explica cómo se crean las condiciones sociales y políticas para el fortalecimiento del sector plural. Es importante en términos de análisis diferenciar entre estado, mercado y sociedad civil, pero para que nos ayuden a entender las relaciones de complementariedad, conflicto y dependencia que se producen en la realidad social[ix].
Encontramos en la misma dirección, una tercera e interesante posición, la de M. Waltzer, considerado uno de los más brillantes analistas[x] de lo que se denomina la sociedad civil, y como uno de los más influyentes asesores del presidente Obama. Waltzer considera la sociedad civil como el espacio cubierto por asociaciones no coercitivas, y también como la red de relaciones creadas para la defensa de la familia, la fe, los intereses, y las ideologías que cubren este espacio. Es decir, entiende por sociedad civil el entramado de actores que constituyen “Lo Común” y “Lo plural”, pero, dicho entramado sólo es inteligible si se tiene en cuenta las relaciones concretas con el mercado y con el estado. Entender una sociedad civil es explicar la red de interacciones entre los tres.
El estado democrático no puede ser visto sólo como enemigo de la sociedad civil, sino que, muchas veces, las asociaciones han sido fomentadas por el estado y lo necesitan para poder sobrevivir. El estado no es sólo el marco para el desenvolvimiento de la sociedad civil, sino que el estado es un instrumento que se usa para moldear la vida en común. Al igual, que como vimos en capítulos anteriores, el estado creó el mercado y le da soporte y protege, y le permite que aparezca como desregulado. El estado, y en especial los gobiernos locales, son claves para el aumento, la vitalidad y el fortalecimiento de la sociedad civil.
El apoderamiento de la sociedad civil necesita de un gobierno democrático que: 1) sea descentralizador para dar mayores oportunidades a la ciudadanía de responsabilizarse de temas relacionados para el bien común. 2) socializar la economía para que haya en el mercado una diversidad de agentes económicos: mercantiles, privados, y comunitarios. 3) promover el pluralismo para que existan diferentes vías para participar en la vida común. Un gobierno democrático en una sociedad avanzada es el que potencia que se afronten los desafíos de manera cooperativa.
Una sociedad civil fuerte y plural es, a la vez, la condición para que el estado democrático funcione. Un estado democrático necesita de una sociedad fuerte y plural, puesto que sólo es a través de las asociaciones, y no del estado, cuando se producen ciudadanos. Unos ciudadanos cuyos intereses van más allá de sí mismos, y de sus compañeros inmediatos. Las asociaciones de la sociedad civil son las que producen, a su vez, ciudadanos que se interesa por la comunidad política que promueve y protege las redes asociativas.
Para que una sociedad avanzada y democrática funciones, se necesita una red asociativa densa, plural, y bien organizada. Lo importante para Waltzer no es tanto los individuos tomados aisladamente, sino vinculados a través de organizaciones e instituciones sociales que canalizan la dimensión social y comunitaria de las personas[xi].
“Lo común”, “Lo plural” o “la sociedad civil” son, a pesar de sus diferencias, denominaciones que tienen en común la importancia de que la ciudadanía asociada asuma mayores responsabilidades sociales, y consiga un mayor apoderamiento para que los estados y los gobiernos sean más transparentes, rindan cuentas, y desarrollen políticas de apoderamiento social y de coproducción de políticas y proyectos.
Frente al neoliberalismo que alimenta la ficción de que el estado debe retraerse para que su espacio lo ocupe un mercado sin regulación pública, y frente a un neoanarquismo que también plantea que el estado y los gobiernos democrático-representativos se retiren progresivamente, y su espacio sea ocupado por los movimientos sociales y el asociacionismo ciudadano. Estas concepciones no tienen en cuenta las interacciones entre estado-mercado-sociedad civil (“lo plural” o “lo común”), y en especial no tienen en cuenta el papel de estado en la creación y fortalecimiento, vitalidad y regulación (anti-regulación) tanto del mercado, como de la sociedad civil, y tampoco tienen en cuenta las contradicciones y conflictos entre los operadores del mercado o de la sociedad civil, que deben ser reguladas para que tanto el mercado como la sociedad civil funcionen. Quizás es interesante recuperar el concepto aristotélico de “lo público”, como polis o ciudad, para dar cuenta de esta emergencia de “lo nuevo” en la sociedad, que es el fortalecimiento de la sociedad civil participativa y productora de lo social, de un mercado regulado y responsable con capacidad de cooperar, y de un gobierno relacional que desarrolla la nueva gobernanza democrática. La emergencia de “lo público” se refiere pues a la nueva orientación de los tres sectores: sociedad civil (o “lo plural” o “lo común”), el mercado y del modo de gobernar que atañe al gobierno y a las instituciones administrativas, y a las relaciones e interacciones entre ellos.
En el caso tanto del fortalecimiento de la sociedad civil como de la nueva gobernanza existen tres actores clave: el ayuntamiento, el tercer sector y la economía social antes analizada, y los clusters económicos. En este capítulo analizaremos el papel central del tercer sector, dejando para los próximos capítulos el papel de los clusters y de los ayuntamientos.
2.- El Tercer Sector: La base de una sociedad civil y una ciudadanía activa y cooperativa
Ante las muchas definiciones de un sector identificado fundamentalmente por su “negatividad” al no ser mercado ni estado, se ha convenido en definirlo en sentido muy amplio como entidades no lucrativas. Se propone una definición más restrictiva del tercer sector que es la siguiente: Entidades no lucrativas, cuya   actividad se sitúa en la producción del bien común, a través de prestaciones, bienes y servicios producidas mediante profesionales o/y la canalización del compromiso social de la ciudadanía. No buscan el beneficio económico por la actividad de la entidad, aunque si la adecuada retribución salarial de sus miembros que dedican su actividad profesional a la misma.
Dentro del tercer sector encontramos cuatro tipos de entidades: (1) Las que integran fundamentalmente voluntariado para la realización de sus actividades en el ámbito social, de salud, deportivas y culturales. (2) Las entidades de profesionales que prestan servicios por contrato o convenio con las administraciones públicas, o bien financiadas por fondos privados o particulares. (3) Las entidades que integran ciudadanos y ciudadanas activas para la defensa de derechos sociales, civiles o políticos a colectivos sociales y territoriales o/y grupos de edad vulnerables, y (4) entidades que compatibilizan un mínimo de dos o las tres funciones señaladas. Es decir, entidades que compatibilizan la producción de bienes y servicios profesionales con el voluntariado, y/o con la defensa de derechos.
Las asociaciones dedicadas a la difusión de ideas políticas, religiosas, culturales, sin la producción de bienes o servicios o prestaciones a terceros y relacionadas con el bien común y la defensa de derechos a colectivos concretos no formarían parte del tercer sector en sentido estricto.
En la siguiente figura podemos observar la centralidad del tercer sector en la sociedad civil:
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El tercer sector, según la anterior definición, es el espacio de intersección entre la economía social, la ciudadanía activa y socialmente responsable, y los movimientos y asociaciones que defienden derechos y libertades.
El tercer sector forma parte de la economía social porque produce bienes y servicios profesionales, pero lo hacen sin repartir beneficios entre las personas asociadas. No forman parte de la economía social las entidades del tercer sector que encuadran sólo a voluntariado o canalizan la ayuda mutua o el compromiso cívico de la ciudadanía, pero en cambio tienen la ventaja de promover una ciudadanía más activa y canalizar la realización de la dimensión social de la ciudadanía, que es esencial para el fortalecimiento del capital social y la ciudadanía atenta y activa que es condición para que la democracia se amplié y profundice. También las entidades del tercer sector defienden derechos sociales, cívicos y políticos, con lo que enlazan con los movimientos sociales, las asociaciones que promueven derechos culturales y políticos, y los sindicatos. En este sentido de potenciar al conjunto del sector plural, en la dirección de fortalecer lo que es común, las entidades del tercer sector con mayor futuro son las que son capaces de articular la prestación de servicios con la canalización de voluntariado, y la defensa de derechos sociales, y cívicos, Y por supuesto las coordinadoras del tercer sector a nivel territorial, son esenciales para aumentar el capital social.
Las principales aportaciones que puede desarrollar el tercer sector a la superación de la crisis societaria, a la cohesión social y a la calidad democrática son a mi juicio las siguientes:
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  1. Canaliza los procesos de individualización sociológica en relación a las familias, los grupos primarios en general y las organizaciones de socialización secundaria: escuelas, sindicatos, etc, hacía nuevas formas de vinculación social voluntaria de los individuos, y en el caso del tercer sector social, de la salud, y en general el basados en la producción del bien común transmite los valores de solidaridad, convivencia y compromiso social que impiden que el individualismo sociológico se convierta en individualismo moral.
  2. La creciente desconfianza en la democracia por la escasa calidad de la representación, aparta la canalización de la dimensión social de las personas que las convierte en más activas, y a la vez más atentas y vigilantes en los temas relacionados con la gestión de los bienes y servicios colectivos.
  3. La complejidad social y la extensión de la precariedad en capacidades y recursos de amplias capas de la población y la vulnerabilidad social de la mayoria de la sociedad, ante los riesgos económicos, sociales y políticos del mundo cada vez más interdependiente, conlleva que la desigualdad y la pobreza no se reduzca a un grupo social con unas características definidas, sino que amplios y segmentados colectivos sociales vivan situaciones de pobreza de recursos y vulnerabilidad en todas las esferas o ámbitos esenciales de su vida (trabajo, vivienda, salud, garantía de recursos económicos mínimos, educación, relaciones sociales estables, servicios sociales, derechos sociales, civiles y políticos). Un tercer sector amplio y diverso puede llegar mejor puede desarrollar la capilaridad en su acción, e impactar positivamente en todos los ámbitos sociales y territoriales, que unos servicios prestados por el gobierno o por grandes operadores sociales.
  4. La desequilibrada relación entre amplias necesidades humanas y recursos económicos y sociales para satisfacerlas, puede reequilibrarse tanto por la reinversión de los beneficios económicos de un tercer sector que gestione eficientemente sus recursos, como por la incorporación de la colaboración ciudadana que es capaz de canalizar hacía la construcción de lo común.
  5. En la sociedad del conocimiento, éste se encuentra por una parte diseminado en muchos productores, por otro lado el conocimiento es una construcción colectiva a partir de numerosas informaciones y perspectivas. La realidad plural de un tercer sector plural y coordinado contribuye a la aportación y generación de conocimientos en su ámbito de intervención. Además el tercer sector aporta la visión de las personas y grupos socialmente excluidos, que sin la presencia del tercer sector su voz no sería escuchada.

Esta contribución del tercer sector a la superación de la crisis societaria en la perspectiva de construir una ciudad socialmente más avanzada, será llevada a cabo con mayor contundencia en la medida que en su conjunto pueda afrontar con éxito los siguientes retos:

  • La organización en red para superar la fragmentación del tercer sector en muchas entidades, que dificulta los acuerdos y convenios tanto con la administración, como con financiadores privados, para poder desarrollar amplios programas de actuación.
  • El necesario refuerzo al pluralismo y la democracia interna del conjunto del tercer sector ante el crecimiento del tercer sector para no caer en la instrumentalización partidista.
  • La vigilancia activa y exigencia de restitución por deterioro del capital social ante situaciones de deshonestidad económica, fiscal o de tráfico de influencias realizadas por determinadas personas, ya sea directamente a entidades no lucrativas, o bien basándose en ellas. Una dimensión preventiva es añadir al delito fiscal y económico, el delito por el deterioro del capital social. Es obvio que los casos de fraude y apropiación indebida provocan desconfianza ciudadana ante los fines del movimiento asociativo y las entidades del tercer sector, debilitan la capacidad de asociarse y de colaborar para el bien común. Por ello las entidades representativas del tercer sector deberían promover la tipificación delictiva de esta importante infracción social y posicionarse como acusación ante las mismas.
  • Un cuarto reto es disponer de una buena gestión de sus fondos económicos y humanos. Una parte del tercer sector por la vocación altruista de muchas de las personas que lo forman no tienen como valor organizativo la buena gestión económica.
  • La diversificación de fondos de financiación. No pocas de estas entidades contratan o reciben fondos de la administración pública, y tienen escasos fondos propios, lo que las hace muy vulnerables para poder resistir el retaso en los pagos[xii].

Las plataformas de segundo o tercer nivel del sector no lucrativo que tienen como principal finalidad defender los intereses y la presencia del sector no lucrativo en todos los ámbitos de decisión público – privada de la sociedad, deben singularizarse por su pluralismo, sobretodo en la medida en que incrementa su fortaleza e impacto social. Los valores propios de la democracia: convivencia, respeto mutuo, diálogo, pluralismo y adecuación al estado de derecho, deben prevalecer sobre los “ismos”: liberalismo, socialismo, nacionalismo, catolicismo, islamismo, etc. El gran valor de las plataformas de coordinación del tercer sector debe ser, nada más y nada menos, que la democracia. Sólo así podrá encuadrar al cada vez más amplio abanico de personas y sensibilidades sociales que se disponen a contribuir cada una desde su perspectiva al bien común, a los fines y aspiraciones socialmente aceptados en una democracia, y que se legitiman en los derechos humanos.

 
[i]Hardt, M. Negri, A. Commonwealth (Madrid, ed. Akal, 2011)
[ii]Ver Harvey, D. Ciudades Rebeldes. (Madrid, ed. Akal, 2013)
[iii]Subirats, J. Otra sociedad, otra política. (Barcelona, ed. Icaria, 2011) pag. 67 y ss.
[iv]Ostrom, E. El gobierno de los comunes. (México, ed. FCE, 2011)
[v]Harvey, D. las ciudades rebeldes op. cit. Pag. 123
[vi] Laval,Ch. y Dardot, P. Común (Barcelona, ed. Gedisa, 2015)
[vii] Reacuérdese que los gobiernos locales en Andorra se llaman “els comuns” y etimológicamente ayuntamiento tiene un similar significado, dado que etimológicamente significa acto o situación (miento) de ajuntar (ayuntar)
[viii]Mintzberg, H. La sociedad frente a las grandes corporaciones. La necesidad del equilibrio social. (Barcelona, ed. Libros de cabecera, 2015)
[ix] Para entender las interacciones entre estado, mercado y sociedad civil se recomienda: Requena Santos, F. Redes y sociedad civil. (Madrid, CIS; 2008)
[x]En la excelente selección de R. Aguila y F. Vallespin La democracia en sus textos (Madrid, ed. Alianza, 2010) se incluye como único texto sobre la sociedad civil el titulado. “Democracia y sociedad civil” de M. Waltzer.
[xi]Ver Walzer, M. Pensar políticamente. (Madrid, ed. Espasa Libros, 2010) págs. 177- 202.
[xii] Las dos primeras deficiencias han sido señaladas por Joan Majó en su riguroso y pedagógico libro: No m´ho crec, (Barcelona, ed. La Magrana, 2009) pag 121

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