La Cumbre Iberoamericana de Cartagena de Indias

La Cumbre Iberoamericana de Cartagena de Indias

Carlos Malamud
Profesor de Historia de América. UNED (España)

La excesiva politización de las Cumbres anteriores y el enfrentamiento de los miembros del ALBA y sus aliados contra algunos de sus opositores preocupaban a los principales países impulsores del proyecto iberoamericano, comenzando por México y España. El énfasis puesto en la cultura y la cooperación como ejes de las Cumbres buscaba bajar algunos decibelios ciertas disputas que tuvieron en el famoso “por qué no te callas” dirigido por el rey Juan Carlos a Hugo Chávez uno de sus momentos estelares. Se trataba entonces de encontrar una fórmula que permitiera mantener las citas sin provocar altercados dialécticos.
Pero como expresó el presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski refiriéndose claramente a Venezuela: “Es muy difícil tener una reunión como estas sin hablar de estos temas, porque ustedes hablan de educación, empleo y todos esos temas tan bonitos, pero no se está ocupando de aquellos temas candentes… Hablar del tema de la paz nos lleva a hablar de la paz en el hemisferio, sobre todo, en un país vecino, que sufre una verdadera crisis económica, una crisis de derechos políticos y también de derechos humanos”.
La intervención de Kuczynski y la incomparecencia de Nicolás Maduro, pese a su amago frustrado de acudir a Cartagena, muestran cuánto ha cambiado América Latina en los últimos dos años y cómo esto se refleja en la Cumbre. Donde antes había un temor reverencial a presentar cualquier crítica al gobierno chavista, a la difícil situación que atraviesan los venezolanos o a cualquier punto de la agenda que no fuera abordado de la forma ortodoxa que planteaban los autoproclamados bolivarianos, hoy han surgido espacios para la crítica.
Lo ocurrido finalmente con el no viaje de Maduro es prueba de la debilidad creciente de su gobierno y de su cada vez mayor aislamiento internacional. Inicialmente Venezuela iba a estar representada por una delegación de rango inferior, a tal punto que al frente de la misma se situaba a un funcionario de tercera, el viceministro de América Latina y el Caribe. No se sabe a ciencia cierta qué obligó a Maduro a cambiar de criterio y anunciar su viaje, para luego desdecirse.
Una opción de bastante peso para cambiar de opinión pudo ser la reunión en Cartagena de los cuatro cancilleres del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) para aplicar la cláusula democrática de la organización. De ahí la dureza del comunicado del ministerio de Exteriores venezolano, que apuntaba a que la reunión tendría lugar “al margen de la legalidad del bloque”, ya que ésta sólo podía ser convocada por la presidencia pro tempore ocupada por Venezuela. Ademas señalaba que todas “sus consecuencias serían nulas e írritas”. Tampoco se privaron de denunciar la actividad conspirativa “de la renovada Triple Alianza”, en este caso formada por Argentina, Brasil y Paraguay, “para desprestigiar este importante bloque regional, y vulnerar sin éxito el espíritu integracionista de América del Sur”.
Ni Mauricio Macri ni Michel Temer han sido plenamente conscientes en esta ocasión de esta nueva realidad regional. Al argumentar, como hizo el primero, que ya había estado en Cartagena para la firma de los acuerdos de paz en Colombia, dejó pasar una excelente oportunidad para revalidar el protagonismo de su país a escala regional. Sería bueno que en el futuro los gobiernos de Argentina y Brasil, junto con otros, siguieran los pasos del presidente peruano y apostaran claramente por un espacio como el de las Cumbres, que podría ser de gran utilidad para sus políticas regionales. Así lo había entendido Chávez, dispuesto a ocupar cuanto espacio estuviera a su disposición.
Pero la utilidad de las Cumbres no depende únicamente de la capacidad de un país de situar un problema que le atañe directamente en el largo rosario de declaraciones finales. Argentina logra Cumbre tras Cumbre que nadie se olvide de Malvinas, aunque con una eficacia más que dudosa para el logro de sus objetivos. Con Gibraltar puede pasar lo mismo. ¿No habrá llegado el momento de eliminar definitivamente ese tipo de declaraciones mayoritariamente retóricas?
Pese a los esfuerzos de Rebeca Grynspan por colocar a la Cumbre en el lugar que teóricamente le corresponde, la coyuntura se alió en su contra. Si el desenlace del proceso de paz se hubiera cerrado algunos meses antes, el gobierno colombiano, el anfitrión, habría podido dedicar mayores recursos y esfuerzos a la organización del evento. Al mismo tiempo, si en España no hubiera habido un gobierno en funciones durante más de 10 meses, su ministerio de Exteriores habría estado en condiciones de estimular la Cumbre y desarrollar una política latinoamericana más proactiva a la hora de garantizar su celebración.
Pese a sus dificultades organizativas la Cumbre produjo resultados importantes, comenzando por el Pacto Iberoamericano de la Juventud, pero sobre todo por el apoyo unánime al proceso de paz en Colombia. También fue importante la presencia de Antonio Guterres, Secretario General electo de Naciones Unidas. La cita de Cartagena de Indias fue la primera que se realizó bajo el nuevo esquema bienal. El gran desafío de la XXVI Cumbre, que tendrá lugar en Guatemala en 2018, será adaptar su estructura organizativa a los cambios que se produzcan en Iberoamérica.
 
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Este artículo ha sido publicado en Infolatam (www.infolatam.com) y se reproduce aquí con su autorización.

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