El Futuro de Armenia, tras el Luto por Nagorno Karabaj

El Futuro de Armenia, tras el Luto por Nagorno Karabaj

Jesús López-Medel Báscones
Ex Presidente de la Comisión de Derechos Humanos, Democracia y Ayuda Humanitaria de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE P.A)

Aunque sea muy someramente, es imprescindible apuntar algunos datos que permitan comprender lo que puede ser el presente y el futuro de Armenia tras los comicios celebrados el 20 de junio del año pasado.

Son múltiples las razones para celebrar unas elecciones. Pero muy novedoso es que ello derive de una pérdida, por una guerra, de una porción de territorio ubicado en otro país y la movilización popular a gran escala precipitando una caída de los gobernantes y la convocatoria de unos comicios dos años y medio antes de cuando correspondían (diciembre 2023).
Esto sucedió en Armenia hace un año. Por ello, aunque sea muy someramente, es imprescindible apuntar algunos datos que permitan comprender lo que puede ser el presente y el futuro de este país tras los comicios celebrados el 20 de junio del año pasado.
Hace ahora treinta y un años, el país caucásico fue uno de los 15 nuevos Estados surgidos de la implosión de la URSS en 1991, aunque tenía una identidad histórica, cultural y religiosa propia de mucho tiempo atrás. Sería una de las repúblicas soviéticas que, aun antes del golpe de estado contra Gorbachov (agosto) y la desaparición de lo que fue un gran imperio (diciembre), ya había impulsado una declaración de independencia en junio de 1990.
Buena parte de su devenir, desde su soberanía, ha sido el gran valor interno que supuso ocupar en 1994 militarmente una zona muy importante ubicada en Azerbaiyán, pero en la que vivían armenios mayoritariamente: Nagorno Karabaj. Desde entonces, ese enclave ocupado por Azerbaiyan ha sido el centro de toda su acción política interior.
El acuerdo de paz de 1994 mediante el protocolo de Biskek cerraba en falso esa tensión territorial, congelando un conflicto aún más complicado, con un Grupo de Minsk dentro de la OSCE que intentaría colaborar para una solución pacífica. Ello no parecía tener futuro pues la perdida de gran parte de ese territorio para Azerbaiyán era sentido como algo muy luctuoso que ennegrecía su gran proyección económica por los recursos naturales.
Pero la situación cambiaría hace unos meses. El ataque militar azerí, bien organizado, entre septiembre y noviembre de 2020, supuso que Armenia perdiese porciones importantes de terreno ocupado (salvo la capital), sobre todo en el sur del enclave. Pero junto a esto o, más que esto, se produjo un ambiente de humillación. Shusa, cuna de la cultura azerí, era la principal ciudad recuperada para Azerbaiyán.
El rápido Acuerdo suscrito en Moscú con V. Putin y los dos mandatarios, venía a consagrar la nueva situación territorial y declarar el alto el fuego. Precisamente en el plano internacional, mientras que Azerbaiyán mantendría el apoyo de Turquía, en esta ocasión Rusia no fue la ayuda militar que tuvo Armenia hace veinte años, aunque el despliegue de su ejército en la zona como fuerza de paz era y es una garantía de que Armenia no perderá más territorio de lo poco que le ha quedado.
Las frecuentes movilizaciones en las calles producidas por esas pérdidas, forzarían al primer ministro Pashinian a renunciar a su cargo, adelantándose, a junio de 2021, dos años y medio las elecciones. Debe recordarse que este dirigente llegaría a dicho cargo elegido por el parlamento en 2018 como líder de una movilización popular de unas de esas revoluciones de terciopelo de algunos países exsoviéticos y que no gustan nada en el Kremlin. Se derrocaría al autócrata Sargsyan que pretendió fraudulentamente perpetuarse en el poder.
Así pues, era paradójico que el hombre que accedió a la jefatura del gobierno liderando unas revueltas contra el autoritarismo, dejó el cargo dos años y medio después, empujado, precisamente, por unas manifestaciones calleras activadas por la oposición.
En este caso la razón o acaso la excusa para derribarle era la culpabilización de la pérdida de algunos pueblos en Nagorno Karabaj, con intervención en esa acoso político interna de los altos mandos militares que amenazarían al primer ministro si no dimitía.
Ya la larga precampaña fue bastante convulsa tanto por la muy prolongada duración como por la intensidad de las críticas a Pashinyan y la exaltación del nacionalismo humillado.
Son varias las claves que partiendo de este análisis de situación han de analizarse sobre el futuro del país.
La primera es sobre lo que ha constituido el eje del crudo debate político y social desde noviembre: la derrota militar en Nagorno Karabaj y la perdida de importantes territorios en este oblast.
Sobre ello, debe señalarse que la humillación armenia ha sido explotada por quien era principal opositor Robert Karachián. Hay tres datos que permiten entender cuáles eran las bazas de este para centrar todo el debate y rentabilizar en su provecho dicha pérdida territorial de un enclave situado en Azerbaiyán.
El primero -en el que posteriormente incidiremos-, se refiere a que fue presidente de Armenia durante un largo periodo entre 1998 a 2008. Pero como elemente identificativo especial debe recordarse que nació precisamente en Nagorno Karabaj (1954) y sería presidente de facto en esa región (1994-1997) antes de ser en Armenia primer ministro y seguidamente, presidente del Estado.
Sin embargo, este elemento importante para explotar en su provecho la derrota militar y el armisticio no ha sido suficiente para él ni para la mayoría de los ciudadanos.
Estos han considerado que Pashinián, como primer ministro, no pudo evitar ni contrarrestar con eficacia ese rápido y muy potente ataque militar azerí. Pero la principal acusación contra él, fue el pacto (en verdad una capitulación) que tuvo que aceptar en Moscú.
Sin embargo, en mi opinión, ello fue una iniciativa de Putin para, con su poderío político y remarcándolo, evitar más perdida de territorio y vidas para Armenia, muy probablemente dirigiéndose al presidente azerí Aliev, para que cesasen los ataques. Si hubiesen durado otro mes y medio, Armenia habría perdido la totalidad de ese enclave en el que, reiteramos, es mayoritaria la presencia de personas de este origen.
Ello constituye la base para considerar que, aunque el opositor Karachain explotase al máximo este asunto en su beneficio electoral, la nueva situación en Nagorno Karabaj es claro que no va a cambiar ni en los próximos cinco años (quedan cuatro) que dura cada legislatura ni en mucho más tiempo.
Los armenios, aun dolidos por la perdida, saben que es así y que no sería viable ningún intento ni militar ni diplomático de recuperar lo perdido, quedando el conflicto aún más congelado y esto se ha reflejado en el voto, al igual que la valoración de que, gracias a la mediación rusa, Armenia no ha perdido más pueblos y vidas como más arriba apuntábamos.
Así quedará la situación en el enclave de Karabaj como una herida, pero estas han de curarse y aceptarse pues carece de utilidad mantenerla sangrante mucho tiempo. Para ello, Pashinián es quien podrá gestionar con más inteligencia que no perdure abierto en exceso ese dolor pues Armenia no solo es Nagorno Karabaj.
La segunda cuestión que debe examinarse sobre el rumbo futuro interno del país es la fractura social. En este sentido, es evidente que se había producido en esos meses un ambiente muy enfrentado no solo políticamente sino a nivel social. La tensión ha sido muy elevada y la crispación ha llegado, mediante una oposición muy movilizada, a la población a un nivel de enfrentamientos dialecticos e, incluso, trasladando a las calles esa confrontación.
Tras las elecciones de hace un año, Armenia tiene el reto de superar ese ambiente de grave enfrentamiento social donde las expresiones de ira ciudadana fueron mucho más allá de lo que es una controversia electoral. Era previsible que ese clima se mantuviese tras los comicios, pero, afortunadamente, no fue así y ha pasado ya un año.
Sin embargo, la muy contundente victoria de Pashinian con más de 30 puntos porcentuales de diferencia sobre el segundo, evitó ese riesgo. Si se hubieses desplegado movilizaciones (como se preveía) habrían sido todas impostadas y sin base pues las denuncias iniciales de fraude que suelen esparcir los derrotados en esas democracias no consolidadas, no tenían ningún fundamento.
La amplia mayoría social que consiguió el que fue líder de la regeneración hace dos años y medio y que solventó electoralmente con gran éxito lo que suponía firmar un acuerdo de armisticio, le ha dado nuevas fuerzas para hacer un llamamiento a la calma, la unión y el futuro.
Es siempre claro que, en un país donde hay un amplio margen de victoria del ganador, las reformas que tienen pendientes (entre ellas las económicas que ya inició y las de regeneración) están siendo más abordables que si el resultado electoral hubiera expresado una fractura grande.
Un tercer elemento a ponderar sobre la dirección a la que se enfrenta Armenia es muy importante tras las elecciones de hace un año. El país caucásico se enfrentaba a un cruce de caminos por vía electoral entre la vieja Armenia y el esbozo de lo que hace ahora tres años y medio representó esa revolución de terciopelo que suponía una ruptura de los modos de gobierno desde el todavía soviético año 1991.
Ese aire nuevo que lideró Pashisian frente a los dirigentes que habían gobernado el país desde la independencia con gran corrupción, nepotismo y fraude se enfrentaba a lo que representa su principal oponente, Kacharian. Este fue presidente de la Republica de 1988-2008, el tiempo máximo de mandato.
Fue una etapa donde los dirigentes excomunistas de esta ex república soviética, como en las demás, se reciclaron o disfrazaron de gobernantes demócratas, pero con los vicios de siempre. Kacharian, el principal opositor, era uno de ellos. Dejó estela con procesos contra él, entre ellos por la represión empleada para acabar con las protestas contra su sucesor y protegido: Sargsian.
Este último, igualmente oriundo de Nagorno Karabaj, también estuvo diez años de Presidente. Su intento de reformar la Constitución para suprimir límites de mandatos y concentrar más el poder, originó las intensas manifestaciones populares que llevaron a Pashinián a ser elegido primer ministro. Hace ahora un año, igualmente Sargusian, como su protector y antecesor en la presidencia, se presentó a las elecciones legislativas, aunque su alianza de partidos no alcanzó el 7% de los votos exigida para los bloques, quedando fuera del Parlamento.
Este necesario relato hacia donde podría evolucionar Armenia, tras los resultados tan amplios a su favor que obtuvo Pashinian, ha supuesto una clarificación del futuro del país, expresando un rechazo de la ciudadanía a lo que pudiera haber supuesto el regreso a políticas viejas del pasado.
Por el contrario, habilitan a Pashinián para seguir emprendiendo procesos de reformas entre ellas las económicas en un país con mucha pobreza sobre la cual apenas se ha hablado en la campaña tan ruidosa. También de una cierta, aunque lenta modernización del país en sus estructuras y, claramente, de corrupción.
La cuarta cuestión que debe analizarse respecto del futuro es la relación más que preferencial con Rusia de la que son firmes aliados, con base militar incluida, con todo lo que ello supone de recepción de recursos pero también de dependencia. Si bien Pashinián accedió a la jefatura de gobierno al frente de una revolución blanda y aun sabiendo que Moscú tiene total rechazo a esas experiencias, eso parece superado. Putin sabe tejer buenas relaciones bajo su manto protector. Y así ha seguido sucediendo en este año pues Armenía, desgraciadamente y al menos por el momento, no tiene capacidad para construir por sí mismo su destino a nivel económico.
Con cualquiera de los dos contendientes principales en las elecciones armenias de hace un año, hubiera seguido tejiendo esa dependencia que Armenia no ha dejado de tener respecto Rusia. Pero sin que ello supusiera que se inclinase por Kacharián, como antiguo dirigente soviético. Por el contrario, pese a ese recelo anterior apuntado hacia el emergente líder hace tres años y medio, Putin ha ido ganando confianza con él, sobre todo por la demostración del líder armenio de un sentido pragmático y sensato con ocasión del conflicto bélico de septiembre del año pasado.
Por supuesto, Armenia ha seguido teniendo, con Pashinián de nuevo como primer ministro, como especial aliado a Rusia tanto, sobre todo, por el soporte económico como por haberse constituido como garante de estabilidad y paz en la zona conflictiva con Azerbaiyan.
La quinta cuestión derivada de estas elecciones en relación con el futuro del país se refiere a sus relaciones con la Unión Europea. En este sentido, no es extraño que los ministros de quien ha renovado su mandato viniesen hablando con frecuencia, junto a su cercanía política a Rusia, también su reivindicación de que están geográficamente en Europa, sin que ello le genere estrabismo ni la antigua madre patria tenga celos o de exclusividad.
Pero no solo eso como declaración de intereses sino, también porque como es sabido que, habiendo doce millones de armenios en el mundo, apenas tres de ellos residen en su patria. La tremenda diáspora tras genocidio turco frente a un país cristiano hace 105 años, se mantiene. En el caso del continente americano, se calcula que casi un millón de ciudadanos en EEUU tienen origen armenio. En Sudamérica, destaca, sobre todo, la presencia de Argentina, Brasil y Uruguay.
Es especialmente, en el caso de la U.E, expresivo el millón que viven en Francia (el cantante de origen armenio Charles Aznavour sería el primer embajador del país galo en Armenia tras acceder a su independencia en 1991). Y también, en cantidades cercanas a los 100.000, residen en Polonia, España o Alemania.
Buena muestra de ello es que muy poco después del conflicto, se celebrara en diciembre de 2020 en Bruselas y presidido por el Alto Representante de la Unión Europea, Josep Borrell el tercer encuentro del Consejo de Asociación EU-Armenia, expresándose el compromiso de seguir impulsando las reformas sociales, económicas, comerciales y el Acuerdo bilateral con Armenia.
Tras las elecciones de hace un año que han fortalecido a Pashinián, acaso la Unión Europea debiera intensificar sus apoyos. Pero aunque la influencia rusa en muy superior y la Unión Europea, especialmente tras la invasión despiada de Rusia de Ucrania, suponga este último país una preferencia total de esfuerzos y recursos hacia países ex soviéticos que intentan buscar su destino.
Y una última consideración final que enlaza con el comienzo de este análisis: elecciones después de perder una guerra. En Inglaterra, el gran estadista Winston Churchill, tras liderar la resistencia de su país frente al nazismo alemán en la II guerra mundial y tener una relevancia internacional en ello, perdería las elecciones en 1945. Mientras, en un pequeño país del Cáucaso, tras perder la guerra y territorios armenios, el primer ministro revalidó con fuerza su apoyo popular. Paradojas de la historia.
 

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